Como la luz se filtra pacíficamente entre la intimidante oscuridad de la noche para lograr que amanezca. Como el agua fluye entre las rocas y se incorpora suavemente en el impetuoso océano. Como un paso se suma al otro y amablemente va dejando atrás al camino. Como se van formando una a una despacio, pero sin detener su proceso, las células de la piel para reparar una herida. Como el jueves espera a que concluya el miércoles y no se apresura por dejarle el lugar al viernes hasta que sea el momento. Como el Maestro conservó la calma en medio de la tormenta y primero pidió detenerse al viento y luego tranquilizó al agua sin intentar resolverlo todo al mismo tiempo. Así, en un movimiento continuo pero cadencioso, ocurren las mejores cosas. El fruto crece y madura sin ruido, dentro de la serenidad y no en medio de la tormenta, día tras día, a su tiempo. Así es como se recupera el espíritu: sin prisa pero sin pausa.
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