Respira. El ajetreo diario, la prisa, el mal juicio, las urgencias ajenas, los plazos que se vencen, el futuro amenazante, el remordimiento que no te deja en paz… hace falta una tregua. No es necesario que llegue el fin de semana, no será en el siguiente verano, no tiene que ser frente al paisaje ideal, puede ser este momento justo en medio de la rutina. Respira. Deja que la respiración suave y lenta te vaya regresando a este momento, el único en el que estás. Ni ayer ni mañana: hoy, aquí y ahora. La vida es un milagro que pasamos distraídos. Respira. Concéntrate en cada latido de tu corazón y deja que se vaya tranquilizando. Recuéstate en la hierba y mira al cielo, recuerda los días en que no hacías más que soñar. Sueña. Avanza despacito. Hay quien cuida de tu vida si lo dejas. La felicidad, como escribió Benedetti, es una tregua entre dos eternidades. Respira.
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