La tristeza y la furia

Ayer, mientras platicaba con Cristy, recordé un cuento de Jorge Bucay que leí hace tiempo, llamado “la tristeza y la furia”, es una bella alegoría de cómo un sentimiento enmascara al otro. Traigo esto al caso porque he vivido días y hasta épocas “enojado” y porque convivo con otras personas que “parecen” estar permanentemente furiosas.

Apariencias. De acuerdo a lo que dice Bucay en el cuento del que te platico: “…muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza”.

No es sencillo determinar el sentimiento genuino, y no me refiero determinarlo en los demás, uno mismo se auto engaña.

He querido calmar mi furia esperando que otros dejen de hacerme enojar, cuando en realidad yo mismo soy el que debo hacer algo que me haga sentir contento. Muchas veces he pensado que trabajando, exigiendo, regañando y esforzándome más puedo llegar a sentirme tranquilo (sin pensar en las crudas morales posteriores), cuando realmente lo que necesito es abrazar más a ese niño pequeño que vive dentro de mí y que necesita atención porque está triste, que necesita un poco de aire fresco, caer sudando y carcajeándose en la hierba para ver al cielo y dejar de estar aburrido, necesito contactar con ese niño que estando triste no crea, no imagina, no juega, no disfruta, no sueña, no es ni deja ser feliz.

Como recomienda Bucay “si nos damos el tiempo de mirar bien” no se trata de tranquilizarnos, se trata de apapacharnos. No es esforzándonos más, sino queriéndonos más como dejaremos atrás lo que nos molesta.

Hoy es buen día para empezar. Ánimo.