Silvino Vergara

Estado Tóxico. Parte I

“La violencia de arriba siempre, siempre,
provocara la reacción violenta de los de abajo.”

Proceso de 1921
La masacre Armenia.

Se ha entendido por tóxico: “La sustancia que ingerida, inhalada, aplicada, absorbida, inyectada, desarrollada en el interior del organismo es capaz por sus propiedades químicas o físicas de provocar alteraciones órgano-funcionales e incluso la muerte”. Siempre que se hace mención de que un producto es tóxico, se toman las precauciones necesarias para evitar estas consecuencias, así al parecer la falta de credibilidad de las explicaciones de los políticos, los desatinos en las políticas publicas de la administración publica, las leyes sin cumplir por la propia autoridad y las sentencias emblemáticas llenas de política y no de derecho, han conformado una grave crisis de legitimidad en los Estados, al grado que todo lo que se hace, dice, ejecuta por el Estado se entiende hoy como uno de esos productos tóxicos para la sociedad, pareciera que hoy el Estado y la manera de su conformación es muy poco para lo que se exige del mismo, ha quedado no únicamente agotado, sino que también hoy se considera un peligro de toxicidad para la población.

En parte tiene mucho que ver el propio Estado que no ha pretendido modificar disposiciones y regulaciones que permiten que se mantenga ese margen de incredibilidad, como ejemplo tenemos lo que sucede con el principio de legitimidad, que no es hoy materia de control por los órganos jurisdiccionales, es decir, un acto ilegitimo no es materia de nulidad. Así, si bien el articulo 16 de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, hace mención que los actos de autoridad deben ser emitidos por quien resulte competente, lo cierto es que, la competencia a la que hace alusión es la denominada objetiva, es decir, la facultad que tiene la autoridad prevista en una norma jurídica parta emitir un acto de molestia a un particular, pero lo que no esta contemplado como control de los órganos jurisdiccionales es la competencia subjetiva, que consiste en la serie de requisitos que deben de cumplir las personas que tendrán el carácter de servidores públicos, por ello es que, existe una clara discrecionalidad al grado de arbitrariedad en el nombramiento de los cargos públicos, gobiernan los amigos, no los preparados al cargo, y esto da como consecuencia que no seamos gobernados por la “meritocracia” esto es, el gobierno de los mejores, ya que de los cargos públicos puede encargase cualquiera, sin importar su formación, estudios, servicios y experiencias previas, lo cual da como resultado que las decisiones en esas dependencias sean dictadas en forma incorrecta, incompleta, torpe, etc. Simple ejemplo, de que el propio Estado puede hacer muchos cambios y medidas legislativas para evitar esa falta de legitimidad de sus instituciones, sin embargo, no es su voluntad, como sentencia el profesor Roberto Gargarella: “La ley aparece como ciega a las privaciones de la población, sorda a sus principales reclamos o decidida a no remediar las afectaciones jurídicas existentes” (GARGARELA Roberto “De la Justicia Penal a la Justicia Social”. Siglo del Hombre Editores, Bogotá, 2008)

Debido a ello es que, la población observa que lejos de que el Estados y sus instituciones permitan dar las respuesta a los problemas actuales, se vuelve parte del problema, es más se convierte en nocivo para la propia sociedad, como estos productos: “provocar alteraciones órgano-funcionales e incluso la muerte”, es decir estamos ante la presencia de Estados Tóxicos. Y, ¿a que se debe esa toxicidad del Estado?, El Estado es sabedor que, implementar contribuciones muy altas a la población es un rechazo generalizado, que imponer nuevos delitos y aumentar las penas no soluciona el problema de la seguridad pública, que crear más procuradurías e instituciones en la administración publica no resuelven las necesidades sociales, ni tampoco son resueltos con subsidios y estímulos económicos míseros que hacen dependiente a la población de dichas dadivas electorales del Estado, que la permanente vigilancia que se hace por medios policiales, electrónicos, tributarios, administrativos a la ciudadanía no se logra apresar a los delincuentes de cuello blanco, ni acabar con la delincuencia organizada, en palabras de Elías Neuman: “muchas personas viven de la droga aunque luchando contra ella… la represión nunca ha podido ni querido prohibir nada… ” (NEUMAN, Elías, “El Estado Penal y la pena de muerte” Editorial Universidad, Buenos Aires, 2001) entonces, si es conocedor de todas estas catástrofes: ¿A que se debe mantenerlas?

Silvino Vergara Nava
Silvino Vergara Nava
Doctor en Derecho por la Universidad Panamericana, y la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Litigante en materia fiscal y administrativa. Profesor de Maestría en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Escuela Libre de Derecho de Puebla.

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