Analizamos nuestra vida en días, semanas, meses, años… muy poco vemos nuestra vida por estaciones. Grüm escribió que no podemos estar permanentemente dando frutos, nuestra vida tiene épocas también para mudar las hojas, otras para esperar y otras más para retoñar.
El árbol talado que retoña, como escribió el “poeta del pueblo” Miguel Hernández, es señal de que la vida aún está ahí, aunque aparente que se ha ido. La vida, de tiempo en tiempo, nos hace perder las hojas y esperar… para luego ser “nuevos” y volver a dar fruto.
Y retoñar es ir de poco en poco, con la fuerza de un pequeño brote de vida, una yema chiquitita que se vuelve rama y muy lentamente despliega sus hojas, un botón que se suma a otro y a otro y a otro que van muy lentamente volviéndose flores que presagian abundante cosecha, un paso a la vez en un orden perfecto que pareciera un caos descontrolado para quien no puede ver el panorama.
La vida, esa vela brillante que llevamos en vasijas de barro, siempre nos sorprende, pero diría De Mello “no porque esté llena de milagros sino porque la vida en sí, es milagrosa”… sagrada. Cuidémosla, dejemos que siga su curso.
Es tiempo de que la vida retoñe.
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