Gustavo Rosas

Golpes sin querer.

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¿Te ha pasado que lastimas sin querer a la gente que más amas? Soy un reincidente en esa torpe falta. Me pasa de vez en cuando, siempre termino con una cruda emocional que ni el aguardiente corriente provoca. Me gana la pasión por mi punto de vista o de manera distraída digo lo que no debo decir o supongo que tengo la delicadeza y la claridad para abordar un tema difícil… en fin, aún sin querer lastimo y eso no le resta dolor a quien recibe mi golpe. Como cuando entrenas algún deporte de contacto y te excedes en fuerza suponiendo que el compañero de entrenamiento tiene la guardia en alto, un ojo morado es un ojo morado.

No es sencillo disculparme, me quedo atrapado en un callejón que parece que no tiene salida, la conciencia de mi falta me regresa bruscamente a la visión del malestar que provoqué, paso de inconsciente victimario a atacante imprudencial.

El Dr. Bolio Arciniega, un psiquiatra que dictó una conferencia a la que asistí, dijo algo así como que los mayores conflictos familiares vienen de que cada uno piensa (supone) que ve la realidad claramente, cuando lo que verdaderamente percibe es su punto de vista. Digamos que nuestra perspectiva nos engaña, sobre todo porque está distorsionada por nuestras condiciones personales y anímicas.

Lo que he aprendido, en mi larga experiencia en este bochornoso tema, es que debo pedir una disculpa, sincera, sin más explicaciones (los amigos no las necesitan, los enemigos no las entienden), aguantando el reclamo sin contra atacar. Yo soy el que lastimé, qué más da si es por error de cálculo.

Lo que no se debe hacer es aferrarse al error, ni tratar de justificarse, ni mucho menos culpar al agredido.

La cercanía, o la confianza, o la suposición de que las personas a las que más quiero “me comprenden” aumentan el riesgo de que las lastime más. ¡Qué vergüenza!

Es cierto que no hay relación cercana en la que no haya roces, solo las relaciones superficiales se pueden mantener en el nivel de “la fría perfección” y de la pose. No es que esto me consuele o me disculpe pero sin duda me convence de que debo hacerme consciente cada vez que interactúo con la gente a la que más amo. Debo aceptar mi falta para no tropezar con la misma piedra dos veces y así mejorar las relaciones que me importan y me hacen bien.

Doy gracias por esta luz que me permite ver el desorden en mi interior por el que tropecé, me siento avergonzado, si de algo sirve te digo que “no eres tú, soy yo”.

Gustavo Rosas Goiz
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Lo mío es contar, por eso cuento lo que se cuenta. Lo que sé: cuenta.

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